viernes, 13 de enero de 2017


Y es que me encanta cuando vuelves después de una semana esperándote. Cuando llegas a la estación y ya estamos sonriendo desde que cruzamos las miradas por las escaleras y aprovechamos para besarnos y abrazarnos con la mirada. 
Qué bonito es sentirte y que mi cuerpo tiemble literalmente. Porque te ha echado de menos. Porque te he echado de menos. Porque reconoce tu tacto y se estremece. Y me estremece tu deseo. Porque nos acariciamos como si hubieran sido cuatro meses y mil días los que nos han separado. Entonces nos dejamos llevar por los mordiscos por todo el cuerpo y sus electrones. Y nos convertimos en casi víctimas de aquello que algunos llaman amor y confunden con el sexo. Y nos desnudamos sin preguntar, sin hablar, sin pensar, como lobos en celo. Gemimos y nos comunicamos en un idioma que sólo entiende el diablo. Y me miras con las mejillas encendidas, desde abajo, desde arriba, desde atrás, desde cualquier perspectiva, en cualquier postura, con los ojos inundados de vicio. 
Y yo me quedo atrapada en tus pupilas. En tu aliento. En ese baile en el que yo soy tu vela y tú eres el viento. En tu espalda. En ti.
Nos queremos con tanta pasión, que al terminar parece que acabamos de pelearnos y por ello nos reconciliamos abrazándonos, cobijándonos como un bebe inocente de toda la lujuria acumulada. Como si hubiésemos vuelto a nacer. Después de. Yo solo puedo mirarte y rozarte la frente con mis dedos, con el corazón saliéndome del pecho, pero con la certeza que tú seguirás dentro. 

domingo, 25 de septiembre de 2016


Lo cierto es que conforme pasan los atardeceres y las personas el vacío acaba llenándose. Con más vacío, pero se llena.

martes, 5 de julio de 2016


Querido blog, quizás sea verdad eso de que uno regresa cuando no tiene otra salida.

Y perdió. Perdió la batalla más dura de todas. Perdió todos unos años de buenos recuerdos, de días de playa, de noches en vela, de días de campamento al lado de una ventana de una habitación mientras veían caer gota a gota, recuerdo a recuerdo, noche tras noche. Perdió el apoyo, la felicidad y a la persona que todos decían que se parecía a ella. Y la dejó ir. La dejó ir como aquella persona que deja ir a la persona a la que ama porque teme a sufrir    con la diferencia que ella no temía , ella se enfrentó con garras y dientes a un precipicio en el cual sabía que solo podía terminar en el fondo  rota, hundida y perdida. La dejó ir porque está a años luz de ser la persona que era dejando paso a una llena de ira, rabia y asco. Ella, que tan solo quería volver a los días de lluvia. Ella que había luchado tantas otras veces contra viento y marea para abrirse al mundo y enfrentarse a cada persona que intentara acabar con ella hasta que se dio cuenta que su mayor enemigo estaba más cerca de lo que pensaba. Ella, que se creía fuerte ante cualquier cosa se vio derrotada y la dejó ir. La dejó ir porque la quería y porque sabía que era tarde para dar lecciones de moralidad y que quizás, no lo había hecho tan bien como creía. Sí, ella a quien consideraba perfecta estaba rota y hundida. Hundida por cada palabra contra ella que se le había clavado a puño en cada recuerdo. Hundida porque intentó levantar y luchar por quienes no lo hacían y al final la niña perfecta terminó más hundida que nunca. Más hundida que nadie. Pero lo mejor de todo  era que ella aun así se levantaba cada día y lo volvía a intentar una y otra vez. Lo volvía a intentar una y otra vez aun habiéndose prometido que no lo haría. La quería recuperar. Quería volver a esos días de lluvia, a esos años de playa, a esas tardes de centro comercial, a esos días de terraza, quería volver a ella. Quería volver a ser las que fueron. La quería.
Pero perdió. Perdió y se rindió. Se rindió porque ella merecía ser feliz. Y se fue. Se fue lejos con la primera escusa que se le presentó. Sí.  huyó. Huyó como la cobarde que hasta ahora se había ocultado en ella. Sí, la niña perfecta huyó como quien teme enamorarse. Huyó porque en el fondo, había perdido.

lunes, 9 de noviembre de 2015

viernes, 4 de septiembre de 2015



Quizá no lo entiendas, quizás lo más gracioso es que no lo entienda ni yo, pero no nos imaginaba dentro de quince años en una bonita casa, con trabajo estable y con dos niños, no, claro que no. Yo sólo creía que eras quien me robaría la cámara cuando en los viajes hiciera demasiadas fotografías y me pondrías delante del objetivo para sacarme a mí aunque yo te dijera que pararas. Ni siquiera necesitaba más. No se si me siento sola o me siento sin ti pero en cualquier caso, es una mierda. 



miércoles, 2 de septiembre de 2015



Podían pasar miles de años que aquella ciudad iba a sacar lo mejor de mi.
Estoy enamorada de otra ciudad que no es la mía. Necesito volver para perderme entre sus calles de noche, descubrir pasajes con músicos que hacen que la ciudad tenga más vida. Quiero o bueno, necesito volver para seguir descubriendo historias y secretos.
Tan obtusa que no apreciaba lo que tenía entre mis manos ¿Menudo error más obvio,verdad? 
La beberé tanto y tan profundo que cuando llegue el día de volver a mi ciudad sabré que voy sin dejar de lado lo que un día tuve. Mi querida París. 

martes, 1 de septiembre de 2015




Volver es sinónimo de maletas llenas de más recuerdos que ropa, de cosas pérdidas y  nuevas experiencias. Volver es sinónimo de cámaras de fotos sin espacio y con la memoria llena. De recuerdos escritos y de un montón de historias que contar. Volver es sinónimo de aeropuertos, de regalos típicos, de postales, de risas, de reencuentros y de despedidas.
Volver es sinónimo, en el fondo, de no irse nunca.